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Los besos, desde los pasionales a los de cariño, nos hacen conectar con otras personas, son la expresión de nuestros sentimientos. Para no olvidar la importancia que esta forma de expresar afecto tiene en las relaciones humanas, el 13 de abril se celebra el Día Internacional del Beso. Pero ¿sabes por qué nos besamos? Según diversos estudios antropológicos, el beso apareció en los homínidos como una forma de manifestar el cariño de las madres a sus crías y estas muestras de afecto son clave para la supervivencia de la especie humana. Se estima, que todo comenzó como resultado de la lactancia y cuando los homínidos alimentaban a sus hijos a través de la boca.
Entre las hipótesis científicas que se barajan para explicar por qué dos personas que se atraen se besan en la boca, una de ellas defiende que el beso sirve como una herramienta para valorar la idoneidad de la pareja y saber si puede llegar a ser una persona compatible con nosotros en el aspecto físico y sexual. Gordon Gallup, científico de la Universidad de Albany en Estados Unidos, en su estudio “La psico- biología del beso romántico”, afirma que el intercambio de saliva que se produce en un beso entre amantes aporta información genética que ayudar a identificar a posibles parejas potenciales para la correcta reproducción, porque permite intercambiar información y evaluar si hay un grado de compatibilidad genético entre ambas personas. El beso en la boca, además, estimula los tres sistemas cerebrales del ser humano: el del deseo sexual (aquí aparece la testosterona tanto en hombres como en mujeres), el que regula el amor pasional (vinculado a la dopamina) y el que controla el apego (la oxitocina).
¿Qué ocurre cuando nos besamos?
Un beso, ya sea a la pareja, hijos, padres o amigos, es una expresión de nuestros sentimientos positivos hacia ellos. Los besos están asociados con el cariño y la pasión, con el placer físico y el bienestar emocional y proporcionan múltiples beneficios para la salud y para la calidad de vida. Son una especie de ‘droga natural’ porque al besarnos segregamos una serie de sustancias que proporcionan placer. Se liberan neurotransmisores como endorfinas, la ‘hormona del bienestar’ que reduce el dolor, el estrés y el riesgo cardiovascular; y la oxitocina, también denominada ‘hormona del amor’, que produce sensación de apego. Besar, además, nos hace estar más guapos, ya que tonifica los músculos faciales y quema, según los estudios realizados, entre dos y tres calorías por minuto. El efecto de un beso prolongado en la boca es igual que correr 500 metros, y en él intervienen más de 30 músculos faciales, la lengua, el cuello y la mandíbula.
El beso a través de la historia
La primera constancia de un beso romántico data de textos hindúes del año 1200 a.C. De La India, esta forma de expresar afecto, se expandió rápidamente por Europa durante la época de Alejandro Magno y aparece ya relatada en pasajes de La Odisea de Homero.
Durante la Edad Media, si un hombre besaba en público a una doncella debía contraer nupcias con ella y, de no hacerlo, era considerado una ofensa grave. No es hasta la Revolución Industrial cuando esta costumbre empieza a ser vista como normal entre personas que se relacionaban afectivamente, aunque eso sí, este acto sólo podía llevarse a cabo en la absoluta intimidad, ya que, de lo contrario, era censurado por la sociedad. A partir del Romanticismo las personas empiezan a gozar de mayor libertad para expresar sus sentimientos y es cuando se produce un cambio de paradigma respecto al beso, que sigue vigente hasta hoy en día, siendo en la actualidad una práctica habitual que se usa para demostrar lazos afectivos como la pasión, la amistad, el afecto y el amor entre los seres humanos.
En cuanto al beso, como saludo social, esta práctica surgió en la antigua Roma y fue implantada por el cristianismo. En España, hoy en día, es muy habitual dar dos besos en la mejilla para saludar, ya sea cuando nos presentan a alguien o cuando nos reunimos con amigos y familiares. Un gesto socialmente aceptado, que en otros lugares puede resultar inadecuado, como es el caso de Japón, donde abogan por saludarse con una leve inclinación de cabeza, evitando el contacto físico. En Latinoamérica y en Europa darse besos para saludarse es algo habitual, aunque en cada país puede variar el protocolo. En el Reino Unido y Alemania, solo se besa a los familiares. En algunas zonas de Francia y Holanda se dan tres besos, mientras que en Normandía es más común saludar con cuatro besos, dos en cada mejilla. En Rusia, el número de besos puede ascender hasta los seis.
Aunque la práctica del beso no ha sido siempre universal en todas las culturas. Como anécdota, en el siglo XIX el explorador británico William Winwood Reade dejó escrito en uno de sus textos que se enamoró de la hija de un rey africano y se atrevió a darle un beso; ella se asustó tanto que gritó y salió corriendo, pensando que intentaba comérsela.
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