Noticias
Cuando tomamos decisiones, especialmente aquellas que afectan nuestras finanzas o a nuestra seguridad, como la elección de un seguro, solemos pensar que actuamos de manera racional. Sin embargo, la realidad es que nuestras emociones y ciertos atajos mentales, conocidos como sesgos cognitivos, nos conducen a tomar decisiones desviadas de nuestro juicio.
La economía conductual o economía del comportamiento (behavioral economics) combina elementos de la psicología y la economía para analizar cómo las emociones, el razonamiento y otras factores no racionales afectan las decisiones económicas de los individuos. Esta disciplina estudia los efectos de factores psicológicos, cognitivos, emocionales y culturales en las decisiones que tomamos y ofrece una comprensión profunda de por qué tomamos ciertas decisiones de compra. En el sector asegurador, este enfoque ayuda a entender mejor decisiones como el ahorro, la inversión y la elección de pólizas.
¿Qué son los sesgos cognitivos?
Tomar decisiones informadas al elegir un seguro no siempre es fácil, especialmente cuando nuestros sesgos cognitivos entran en juego. La psicología y la economía conductual han demostrado que nuestras decisiones financieras están influenciadas por procesos mentales automáticos que no siempre son racionales. Se trata de patrones sistemáticos de pensamiento que afectan a la forma en que procesamos la información y tomamos decisiones. Estos sesgos suelen surgir debido a la necesidad del cerebro de simplificar procesos complejos y ahorrar energía mental. Aunque estos atajos pueden ser útiles en situaciones cotidianas, también pueden conducirnos a errores de juicio.
Po tanto, reconocer cómo estos atajos mentales influyen en nuestro pensamiento puede ayudarnos a actuar de manera más racional. Al aplicar estrategias para mitigar estos sesgos, no solo elegiremos el seguro que mejor se adapte a nuestras necesidades, sino que también ganaremos tranquilidad a largo plazo.
Sesgos cognitivos comunes al elegir un seguro
Sesgo del status quo. Este sesgo nos lleva a preferir mantener las cosas como están en lugar de explorar opciones nuevas. Al elegir un seguro, podría significar quedarnos con una cobertura que no se adapta a nuestras necesidades por temor al cambio o al esfuerzo que supone buscar alternativas.
Ejemplo: imagina que tienes un seguro de coche contratado desde hace varios años, pero su precio ha ido subiendo en cada renovación. Aunque sabes que otras aseguradoras podrían ofrecerte mejores coberturas o precios más competitivos, decides quedarte con tu aseguradora actual porque el proceso de cambio parece complicado o te preocupa perder ciertos beneficios percibidos, aunque ya no sean relevantes para ti.
Exceso de confianza. Muchas personas subestiman los riesgos reales y sobreestiman su capacidad para afrontarlos. Este sesgo puede llevar a pensar que un seguro básico es suficiente, ignorando posibles escenarios complicados.
Ejemplo: una persona joven y saludable decide no contratar un seguro de vida porque piensa que es poco probable que le ocurra algo grave en el corto plazo. Al hacerlo, ignora los riesgos reales de accidentes o enfermedades inesperadas. Este exceso de confianza puede llevarla a pensar que siempre tendrá tiempo para contratarlo más adelante, subestimando la importancia de protegerse ahora.
Sesgo de disponibilidad. Este sesgo cognitivo se refiere a la tendencia que tenemos a tomar decisiones basadas en la información que está fácilmente disponible en nuestra memoria, ya sea por su reciente aparición o por su naturaleza impactante. Cuando algo es vívido, emocional o ha ocurrido recientemente, tendemos a sobrestimar la probabilidad de que se repita.
Ejemplo: tras escuchar que ha sucedido un robo en el vecindario, podríamos priorizar un seguro de hogar con coberturas excesivas, ignorando otros riesgos más probables. La experiencia emocional de la noticia hace que percibamos ese tipo de riesgo como más urgente de lo que realmente es.
Efecto anclaje. Este sesgo ocurre cuando nuestra decisión se ve influenciada de manera desproporcionada por la primera información que recibimos, conocida como el «ancla». Una vez que este ancla está establecida, tendemos a ajustarnos a ella, incluso si no es la mejor referencia. Al contratar un seguro, podría implicar aceptar una cotización inicial sin considerar otras opciones.
Ejemplo: si te ofrecen un seguro de hogar por 500 euros al año, podrías considerar que este es un precio razonable, sin investigar si otras aseguradoras ofrecen una mejor relación calidad-precio. Incluso si encuentras una opción más barata o con mejores coberturas, es probable que te sientas psicológicamente inclinado a comparar todo con ese primer precio, lo que podría limitar tu capacidad de evaluar objetivamente las alternativas.
Aversión a la pérdida. Este sesgo hace que temamos más perder algo que ya tenemos, que ganar algo nuevo. En el contexto de los seguros, puede llevarnos a contratar coberturas adicionales innecesarias por miedo a situaciones improbables y por miedo a enfrentar una posible pérdida.
Ejemplo: imagina que tienes un seguro de ahorro con una rentabilidad estable pero baja. Al enterarte de que la rentabilidad de otras opciones de inversión podría ser más alta, sientes miedo de perder lo que ya has acumulado en tu seguro actual. El temor a perder el beneficio percibido en tu seguro de ahorro (incluso si no es el más rentable) te hace optar por medidas que no mejoran significativamente tu situación financiera.
Sesgo de confirmación. Tendemos a buscar y dar más peso a la información que confirma nuestras creencias preexistentes. Al evaluar una póliza de seguro que inicialmente parece atractiva, este sesgo puede llevarnos a que nos enfoquemos únicamente en sus beneficios destacados (como un precio competitivo o una cobertura específica) y restarles importancia a exclusiones importantes. Esto puede llevarnos a elegir un producto que no satisface nuestras necesidades.
Ejemplo: decides contratar un seguro de accidentes porque crees que las pólizas con precios bajos siempre ofrecen la mejor relación calidad-precio. Encuentras una opción económica que incluye una indemnización por invalidez total y piensas que es ideal para ti. Sin embargo, te concentras tanto en confirmar que el precio es «bueno» que no notas que la cobertura excluye actividades de riesgo que practicas ocasionalmente, como esquí o ciclismo.
Las cinco claves para mitigar los sesgos al elegir un seguro
Y, por último, para evitar estos sesgos y asegurar una decisión más informada, lo mejor es elegir opciones que ofrezcan una cobertura sólida y transparente, como los seguros de Avanza Previsión. Productos que se ajustan a tus necesidades reales con un enfoque claro en la protección a largo plazo, Avanza Previsión te proporciona la seguridad de que tu elección se basa en lo que realmente importa: tu bienestar financiero y personal.
No dejes que los sesgos nublen tu juicio. Opta por soluciones inteligentes y adaptadas a tu perfil, y asegura tu futuro con una aseguradora confiable que pone tus necesidades en primer lugar.
¡Únete a la comunidad de personas que ya están definiendo su futuro!